Escritora, sí. Revolucionaria, por supuesto. Y entiéndase el porqué. Agatha Christie desarrolló su trabajo literario en una época donde las mujeres ni siquiera votaban. Se situó a la altura de otros grandes del género policíaco, como Edgar Allan Poe o Arthur Conan Doyle, con su brillante detective belga, Hercules Poirot. Y no es que se haya propuesto contribuir a este género; simplemente se enfocó en escribir historias sinceras y bien logradas que, catalogadas para efectos de estudio y difusión, se situarían en esta rama de la novela.
Ha contribuido a lo que hoy tiene tanto éxito entre los lectores y los seguidores de series y documentales: el género del thriller; es decir, su trabajo ayudó a fincar las bases para que esta exploración artística tomara otros senderos que, en la actualidad, son de los más leídos y vistos por la gente.
Fue una mujer prolífica, pues en su trayectoria se contabilizan más de 60 novelas policías y, como dato curioso, al menos 6 historias de novela rosa; interesante el contraste, ¿cierto?
Los rechazos editoriales, como cualquier gran artista de las letras, no se hicieron esperar en su primera obra. Y como suele ocurrir con las historias deslumbrantes, el tiempo les hace justicia. Hoy, 12 de enero, se conmemora un año más de su muerte y es recordada como una de las grandes escritoras, no sólo del género, sino de la historia de la Literatura. No hace falta ni recomendarla, ni sensibilizar a los lectores para que se acerquen a su obra, para rescatarla. Ella no necesita ser rescatada. Vive y trasciende en cada generación, por su inigualable ingenio para esconder a los criminales, de tal manera que nadie, o casi nadie salvo Poirot, encuentre rastros de ellos.