En la calle donde florecía el lugar que había visto a mi familia desarrollarse por dos generaciones, aparecía una vez al mes una caravana de gente transparente y helada. Musitaban las malas lenguas que eran demonios, peones sencillos del ser supremo, nombrado en muchos sitios como “Señorío del Fuego Blanco”.
Recuerdo mi niñez en casa con los primos. De pronto, escuchábamos a lo lejos muchas voces que susurraban palabras desconocidas, que sonaban como una sola: “TELAR”.
En ese entonces, mi madre se interesaba por temas del fino terciopelo y seda, y poco a poco fue adquiriendo conocimientos sobre el arte de la costura. Cada día y cada noche, su máquina se activaba y terminaba con variedades de mosaicos de colores sobre todo tipo de prenda u objeto. Cada vez, se veía su avance y mejoría; tan así que la llevó a…
Día 24 del Zod día -366.
Aproximadamente, al inicio del día y a los 88:147, mi madre tomó inspiración para hacerse un desayuno tipo hotel de lujo y se encerró en su cuarto, al que llamábamos “Tienda de telas”, hasta que dieron las 11:12. Ese día, lo único que se escuchaba en el hogar era el clic de cada parte de la máquina; sobre todo del potente motor que poseía, el cual asemejaba el sonido de un taladro que resuena en la soledad de una gran obra.
Pronósticamente, la caravana debía pasar en esos días entre la tranquilidad de los hogares, buscando lo que nadie sabía. Abrían las cajas de recuerdos de las familias, movían todo artículo hecho de madera, plástico y metal. Sobre todo, repicaban esas palabras extrañas que parecían decir… “TELAR”.
Mi madre salió de su taller a dejar el plato, que no mostraba rasgo de alguna vez haber poseído comida. Ella se asomó a la cocineta y tomó camino a su cuarto de nuevo.
No se supo más de ella.
(Desconocido): La señora, entonces, pudo observar con la verdad de sus ojos a un miembro de la caravana, que le pidió sollozando una sola cosa entre dientes: “TELA”.
Ella se mostró claramente hipnotizada bajo la luz del fuego blanco. Tomó la tela que tanto había preparado ese día y se la dio al ser, que simplemente tomó el camino que le correspondía; ese camino que hoy conocemos como nuestro universo.
Este ser adecuó y planchó la tela, la preparó sobre la oscuridad e hizo de ella El Telar del Espacio y Tiempo, o la base de la realidad como tal.
In. Cre. Íb. Le