Hace algún tiempo, durante la pandemia, pensé que sería agradable tener una librería cerca de casa.
Un día, al regresar, vi un pequeño local sobre la vía principal del centro de Atizapán de Zaragoza. La avenida Juárez se caracteriza por ser el enlace entre este municipio y el de Nicolás de Romero. El flujo de autos es, generalmente, caótico. Y por eso es una vialidad con muy buen pronóstico de éxito. Ahí encuentras negocios domésticos, de reparaciones; hay incluso una casa de música. Muchos bares. Y el refugio que había querido encontrar: Libros Monicongo.
Así, una mañana decidí ir a presentarme, no sólo como escritor y editor, sino como amigo, entusiasmado por haber encontrado un sitio que, a nuestro parecer, hacía falta en los alrededores, un lugar donde un amante de los libros pudiera ir a buscar algún tesoro literario, alguna vieja edición, algún autor olvidado; ensuciarse las manos de polvo y compartir recuerdos sobre las obras leídas y las anheladas es parte del encanto.
Platicaba con mi amigo Silvestre hace poco que, precisamente, la creación de una biblioteca es parte de un proyecto de vida. Es como el coleccionismo, sí, pero con miras a acudir a esos libros que sentimos necesitar como compañeros de viaje, con la promesa de ir sumergiéndonos poco a poco en sus historias, reflexiones y momentos importantes de nuestra evolución.
Una noche de agosto, tuve la oportunidad de presentar ahí la saga de los Guerreros Celestiales y de asistir, posteriormente, a otros eventos de colegas y artistas, muy interesantes. Al final de cuentas, una librería es una especie de centro cultural y punto de reunión para todos aquellos que buscan expresarse a través de la pintura, la escultura y la literatura, y generar un cambio positivo en la gente a través de la lectura.
Hace unos días, me enteré que Libros Monicongo cierra sus puertas. Cierto es que seguirán brindándoles atención a los lectores a través de la red, pero el hecho de que se vayan de local es triste y lamentable.
Faltó tiempo para llegar a más personas, para acercarlas a los libros, a los artistas, a las posibilidades de contribuir de manera positiva al mejoramiento de la gente en nuestro municipio. De nuestras autoridades ni hablar. Les interesa más fomentar sus “eventos artísticos” trayendo a cavernícolas y ranas danzantes, en vez de apoyar a los creadores locales.
Seguirán abiertos los bares de la avenida Juárez, eso sí. Pa que le pasen y sumerjan su grandeza en el fondo de una caguama. Pero no importa. La cultura, como la hierba verde, se abre paso aun entre los muros de la ignorancia. Y florecerá.
Gracias, Libros Monicongo.
Excelente como siempre LF, es una pena que desaparezcan las librerías, que no exista el hábito de la lectura. Me pasó algo semejante cuando dejaron de revelarse las fotografías en cuarto oscuro. Falta ese olor que se siente al revelar una fotografía o el de los libros, el que emana de cada renglón que nos participa el escritor.