Cotidianamente hago un recorrido por una de las carreteras más bellas del estado, es un camino verde hermoso y con muchas curvas, la característica de una carretera sinuosa. Hoy tengo sensaciones diferentes, en el rodar del carro, vigilo atentamente las líneas que marcan los carriles, los pasos peatonales, las vueltas, etcétera. Pero ¿saben?, en ese tramo en el que se acabó la pintura, en el que dejaron de retocar las líneas, en el que llegaron al límite del municipio o que algo más pasó y ya no siguieron coloreando, exactamente ahí, resulta que el impacto en mí es atroz, ¿ahora por dónde sigo? Me asusta tanto no tener esa guía que suelto el volante, quito el pie del acelerador y con las manos en la cabeza, me grito: “¡Mensa vas manejando!”, retomo la actitud de conductor y prosigo.
Cuando llego a los topes de la escuela, tres niños se bajan de un carro y salen corriendo para cruzar la calle, yo estoy detenida y observo que el carro de enfrente también se detuvo, pero el que viene atrás de mí sale del carril para empezar a rebasar, a pesar de las intermitentes prendidas en mi carro; él prosigue; entonces en modo automático, saco el brazo por al ventanilla, lo sacudo en señal de “espérate”; acto seguido los niños, al llegar a la línea divisoria de la calle, esa que es doble o triple, que indica parada obligatoria para checar la circulación del carril contrario, se detienen se asoman y prosiguen, porque todos los autos están parados. Creo que de nuevo me vi como loca, tratando de contener un auto, sacudiendo un brazo.
Mas adelante me rio de mí misma, cuando trato de interpretar los letreros tan sabiamente elaborados que orientan en el camino: “Con lluvia manejar con cuidado”, cuando no llueve, ¿no hay que tener cuidado?; “Carril izquierdo solo para rebasar”, ¿el carril derecho es para circular? “Hombres trabajando” o “Tramo en reparación”, avanzas kilómetros y kilómetros y nunca los encuentras. Esos y muchos análisis hago, pero también me conflictúo pensando: “¿Esas frases podrían ser minificciones para mi sesión de Narrativa?”.
Como es un recorrido frecuente, ya voy conociendo la carretera y mi ser siente cuando se viene una curva a la derecha o a la izquierda, las salidas y entradas de carros que se aproximan; pero también identifico los puntos donde están los baches; albergo siempre la esperanza de que ya estén tapados, pero nada, ahí se encuentran acechando mi tino para darme una buena sacudida en la caída involuntaria, pero acertada: ¡librar baches no es lo mío!
Hoy, el sol brilla en el cenit. Este recorrido matutino por estos lares tiene un encanto especial, el desfile de las sombras que generan las copas de los árboles; puedes entretenerte observando las formas múltiples que van surgiendo en la carretera y encontrar su movimiento; parece como que te siguen o como que corren delante de ti para que no las alcances. Cuando no vayas manejando, obsérvalas; si eres el conductor, pon atención al volante porque esta carretera es muy peligrosa.
Hay mucha camaradería en el trayecto, siempre te avisan con cambio de luces los peligros que mas adelante te puedes encontrar; cuando van lentos los carros y forman grandes filas, generalmente es porque protegen a los ciclistas que por aquí circulan; también observas que los caminantes siempre van por tu lado derecho, contraflujo de circulación, porque van pendientes de los carros que se acercan; aunque es carretera estatal tiene varios pasos peatonales establecidos y son usados de forma adecuada; las cunetas están siempre limpias de hojas y son de rigor un paso de circulación peatonal. Es más, los múltiples negocios, oficinas y escuelas que están a la vera del camino tienen estrategias de circulación y estacionamiento para evitar interferir en el paso de los demás vehículos.
Al circular, de ida o regreso se genera un estado de ánimo diferente en cada tramo, el arribo al inicio de la carretera me hace suspirar, por dejar el bullicio de la ciudad y entrar a la paz del verde campo; paso sin pena ni gloria los puntos iniciales, que me llevan lento por los muchos topes que me mantienen en una circulación pausada; de repente se te aparecen los pinares, te llega el aroma a campillo, te refresca el aire que circula al ritmo de las arboledas; es la hora de aplastar el acelerador haciendo muy fluido el recorrido, al vaivén de las curvas; solo en ese punto en el que la cañada se va volviendo más profunda y el paisaje se aleja, es donde trato de que la cordura vuelva a mí, la velocidad va siendo mas prudente, de nuevo resoplo por el gusto de haber llegado y me preparo para esa curva pronunciada que me hace descender, como en caída libre, hacia ese oasis al que dirijo mis pasos.