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Hermanas del sueño

"Salpicadura de sangre", por Mark Kleinen

Crédito de la imagen: “Salpicadura de sangre”, por Mark Kleinen (encuadre)

Felipe Díaz

Obra:

Hija de la noche

Técnica:

Pigmentos orgánicos sobre cuero

Medida:

180 X 110 cm

Autor:

Enzo Tadeo

Era difícil describir la pintura. El estilo de Enzo era considerado, por varios críticos de arte, como abstracto. Sin embargo, había quienes afirmaban que sus trazos eran figurativos, Paco Bernal era uno de ellos. Detectaba claramente un vórtice en “Hija de La noche”, en cuyo fondo se veía una figura femenina con los brazos abiertos en postura de Cristo crucificado.

Pero no eran los trazos lo que llamaban su atención. Tampoco quería que su crítica, que debía publicar al día siguiente en “El escudo de Atenea” y en “El País”, soltara pura paja en torno a su estilo de pintura. De ello se encargarían todos los demás periodistas y calificadores de arte. Paco estaba obsesionado en la consistencia, textura y colorido de esos pigmentos orgánicos, descritos en la ficha de sus cuadros como sólo por cumplir.

“¿Qué demonios es esta pintura? Jamás había visto texturas como estas. Si fuera algún tipo de arcilla o metal, Enzo debería mencionarlo en su ficha técnica. Parece que estuviera a punto de cuartearse y desprenderse del cuadro, pero no está agrietado, ¡curioso efecto!”. Hubiera pasado sus dedos sobre la voluminosa textura de la pintura si no estuviera prohibido y constituyera un sacrilegio. Los colores resultaban un tanto apagados. Las luces las lograba dejando asomar la claridad del lienzo, ¡que era piel! No dejaba de ser atractivo ese tono pardo, como con una vida cansada y apagándose.

Paco se hizo paso a través de la galería, entre artistas de vestimenta estrafalaria y meseros que insistían en acabar rápido con las botellas de vino blanco y los bocadillos. Fue necesario ser algo descortés con fotógrafos y colegas que lo detenían para tratar de convertir el open house en una fiesta.

No era la primera vez que intentaba entrevistarlo, y como todo artista cuya fama está consolidada, lo ignoraba con indolencia. Después de algunos minutos de esperar pacientemente su turno, Paco Bernal tuvo su oportunidad de oro.

—Increíble tu exposición, Enzo. Toda la colección “Hijas de la noche” es impactante.

—Paco, Paco, Paco. No te van los halagos, viejo sabueso. Lo creo de los demás reporteros novatos y lustradores de zapatos, pero ¿de ti? No te va, cariño. ¿Tú crees que no he leído tu columna y tus críticas?

—¿Es por lo que no me das una entrevista? ¿Porque sabes que no me gusta arrastrarme? Al contrario, Enzo, deberías buscar tener una pluma sagaz que vaya más allá de lo aparente.

—¿Y eso le interesa a la gente? Además, he sido siempre muy claro en mis declaraciones acerca de conceptos como “Hijas de la noche”. No obtendrás es algo más de lo que ya he dicho.

—Ofendes mi intelecto. He seguido tu trayectoria, desde el inicio. He visto tu evolución y los sorprendentes cambios en tus conceptos, siempre innovando. Es tu técnica reciente lo que llama mi atención. Parece que nadie se da cuenta que estás empleando pigmentos totalmente inusuales, y el sustrato: piel, ¡piel! ¿Tu concepto tiene relación con los antiguos pergaminos?

—Mi técnica, mi técnica. ¡Vaya que quieres encontrar un nuevo ángulo a tus notas! Te veo mañana a medio día en mi estudio, y charlaremos acerca de mi técnica.

—Pero, Enzo, tú sabes que, a esa hora, lo que alcance a escribir ya será nota vieja. Todos me habrán ganado.

—¿Nota a destiempo o exclusiva? ¿Qué prefieres? Diles que paren las máquinas, o más bien, que paren internet —remató sonriendo el artista, y se alejó con exagerado estilo para seguir agasajando a sus invitados. 

—Mañana a medio día —confirmó Paco Bernal.

* * *

Como muchos artistas en la búsqueda de edificios de altos techos, Enzo había montado su taller en un viejo edificio del centro. Cuando empezó, sólo pagaba por un galerón en el piso superior. Ahora que era un artista consagrado, tenía el edificio completo de cinco pisos. En contraste con la construcción de fines del siglo XIX, en la entrada tenía cámaras de vigilancia con interfón. “¿Con quién viene?” preguntó una voz cibernética. “Tengo cita con Enzo”. Unos segundos después: “Pase”, y la pesada puerta de acero se abrió. Una vez adentro, se cerró con gentileza.

El interior contrastaba en todo aspecto: temperatura cercana a los doce grados, el ruido de la calle cancelado, los muros de gris oscuro, pero con ligera iluminación cálida contrastando. Una música tenue como la luz se empezó a escuchar, como emanando de los muros. Al fondo de un pasillo largo se abrió una puerta, en la amplia habitación, sentado atrás de una mesa de acero enorme, estaba Enzo.

—Así que aquí se origina toda la creatividad.

—El espacio es importante, el silencio, imprescindible. Pasa, Paco siéntate. ¿Quieres vino? ¿Tinto o blanco? Yo siempre prefiero el tinto, le va más a mi obra —efectivamente, el muro que a su espalda estaba decorado con manchas rojas y moradas. Ciertamente inspiraba acción, un tanto agresiva.

—Sólo agua, por favor, estoy trabajando.

—Yo también, aunque no creas —efectivamente Enzo tenía puesto un enorme mandil de piel con manchas y tallones. Camisa remangada y zapatos industriales. Sacó de un frigobar una botella de agua y él se sirvió una copa de vino de una botella que estaba a medias—. Mi técnica, mi técnica ¿qué te atrae de mi técnica?

—Para empezar, los pigmentos. Es algo que no había visto antes. Sólo indicas que son orgánicos, pero ¿cómo logras las texturas? ¿En orgánico incluyes minerales, algún tipo de arcilla? El sustrato ¿la piel tiene qué ver con el concepto orgánico?

—Los artistas y tejedores prehispánicos empleaban la grana ¿sabes de dónde se obtiene? Seguro lo sabes: de una cochinilla que vive en los magueyes. Si hubieran seguido esa línea de elementos orgánicos, hubieran encontrado la manera de hacer lienzos de las mismas pencas. Si existen luciérnagas ¿te imaginas cuánta tinta podría extraerse de ellas? ¿Y qué tal si fuera fosforescente? Por supuesto que la piel es parte del concepto orgánico. Eres muy listo, Paco Bernal. Piensa, ¿cuál es el común denominador en todo el tema orgánico?

—Supongo que la ecología. Te apartas de los elementos sintéticos, de los químicos que nada tienen que ver con los motivos que pintas.

—Bueno, claro, eso es obvio. Pero, Paco, Paco, Paco, no me decepciones. Eso es muy básico. Muy primario. Dejaré que veas lo que a nadie más le he permitido: en el sótano tengo mi laboratorio donde elaboro mis pigmentos. Vamos.

Enzo se puso de pie y comenzó a caminar hacia una puerta en el lateral de la oficina. Paco lo siguió.

—La cochinilla da su vida para que le extraigan su color. Si con la grana pintas un bodegón de naturaleza muerta, digamos sobre una tabla, el artista estará uniendo en su obra un tema trascendental: la muerte, Paco, la muerte —caminaban por un largo pasillo. Uno de los muros estaba formado por ventanales de piso a techo, sin embargo, Enzo los tenía cubiertos con celosía de madera que impedía la vista a través de los cristales—. Por eso en Hermanas del sueño reflejo, primordialmente, la muerte.

Bajaron unas escaleras y se toparon con una puerta metálica. Enzo activó una contraseña digital en una pantalla y la puerta se abrió. En el interior reinaba la oscuridad.

—Por favor, Paco. Tú primero, hazme el honor. Camina un poco y la luz se encenderá automáticamente.

Caminó con tiento, tocando el muro aledaño. El cuarto debía estar cercano a los cero grados centígrados. Cuando la luz se encendió, se paró en seco. Frente a él estaba una mujer desnuda, colgada en cruz. Sus brazos estirados con cadenas hacia el techo, sus piernas atadas de la misma forma hacia el piso. Unas mangueras conectadas a sus muslos, otra al corazón, una más a la aorta, trasladaban sangre a unos recipientes de cristal montados en una máquina que los mantenía en movimiento. Del hígado del inerte cadáver, una sonda más transportaba un líquido amarillo. A la derecha del cuerpo sacrificado estaba una mesa con huesos de distintos tamaños. Se apreciaba que estaban en proceso de ser tallados con una lija. Montones de polvo blanco se apilaban aquí y allá. En otra mesa, un par de pálidas cabezas humanas estaban en proceso de ser rasuradas para ceder el cabello para pinceles y brochas, que formaban una fila ordenada por tamaño y grosor. Al fondo, pieles humanas se estiraban con pinzas en un bastidor de madera. Los lienzos.

Paco miraba atónito ese museo de atrocidades. Inmóvil.

—La muerte, amigo. La muerte es el concepto. De principio a fin, la muerte. Lo único vivo en mi obra es el autor. Lo demás, son las hermanas del sueño.

Paco se volvió hacia Enzo, con los ojos desorbitados y el cuerpo tembloroso, sólo para encontrarse con el filo de un hacha que le partió la yugular.

Publicado en Cuento,Felipe Díaz

2 comentarios

  1. Joseph Abadi Mann

    Qué obra maestra espectacular agitadora de mundos y mentes y… ¿Se nota que me gustó mucho? Jajaja, ¡sigue así!
    Btw, me encanta el nombre Enzo.

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