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Fernandomanía: el béisbol y yo – Como la vida misma

Fernandomanía - Fernando Valenzuela

Ylia Kazama

“Hay tres tipos de jugadores de beisbol:
los que hacen que pasen las cosas,
los que ven lo que sucede
y aquellos que se pregunta qué sucedió”.
Tom Lasorda (ex manager)

Otoño los dones

El año 80 es un punto de quiebre en bendiciones para mi vida, es antes y después de ese año y lo que me ha sucedido a partir de ese Otoño me ha transformado como ser humano, como persona, como mujer, como mamá. Te invito a un pequeño viaje desde ese año a la fecha. No somos los mismos nunca como no lo es el agua de río. Cada momento el cambio es apenas perceptible. Así que si alguien te dice que te conoce, no lo tomes muy en serio. Nos cambia la piel, se regeneran cosas en nuestros cuerpos y sobre todo la mente, las emociones, se transforman de acuerdo a lo que respiramos, vivimos, perdemos o trascendemos. Ser madre en ese año transformo mi vida para siempre.

Un día desperté siendo una con mi pareja y a la noche éramos tres. No sé exactamente cómo era antes porque soy mejor persona desde que nació mi hijo; no ha sido mágico, es una necesidad vivencial de disfrutar este regalo de la maternidad, de las pérdidas, de las vulnerabilidades, de la lluvia…

Las vulnerabilidades

Al quedarme en casa luego de la cesárea me sentí totalmente vulnerable, no sabía exactamente qué hacer. La televisión en la tarde ofrecía poca diversión y caí en ver deportes mientras pasaba el tiempo con mi bebé y, por supuesto, mi marido. No había la variedad de programas como ahora, eran caricaturas, unos pocos programas que de verdad entretenían, algo de deportes y telenovelas que no me gustaba ver. Y llegó el béisbol de manera abrupta porque también entraron en huelga; estaba de descanso por el parto sin poder ver ese deporte porque desde julio había estallado el paro. Un año oscuro, las pelotas detenidas en el dugout y yo estacionada pasando de un canal a otro sin darme bola hasta el 81, pero mientras fui leyendo algunas cosas acerca del béisbol. Al menos el periódico sí estaba circulando.

En los 80’s había tres mexicanos que eran puntos focales de los deportes. Fernando Valenzuela, Hugo Sánchez y Julio César Chávez. Pocas veces coincidieron porque estaban en lugares distintos y sus horarios no cuadraban con facilidad. Sin embargo un día, no hace mucho Hugo y Fernando se reunieron en un espacio de entrevistas. Eran colegas y amigos. Hugo no es periodista y a Valenzuela no le gustaban especialmente las entrevistas, pero sí las charlas con los amigos. Era un hombre de familia, de amigos, leal. A los tres los admiro, porque abrieron camino de reconocimiento a mexicanos a pesar de los mismos mexicanos.

Las serendipias

En el 80 debutó Valenzuela, justo cuando nació mi hijo y por el periódico me llamó la atención hacia el equipo de Los Dodgers. En el 81, justo el día de mi cumpleaños, Fernando inició la temporada. Cuando una quiere ver cercanías, Diosiciencias, aparecen y eso fue desde ese momento: mi hijo, la maternidad, los deportes, Fernando Valenzuela, la pelota de béisbol, el ambiente, el diamante, el ser de las personas que hacen que las cosas sucedan como un propósito de vida. El béisbol ha sido junto a otros deportes, mis mejores libros certeros de mejoramiento personal, de cómo encontrar la felicidad con esfuerzo mientras me divierto o lloro.

Los números cuadran o no

Valenzuela no entró al Salón de la fama al no completar los números que se requería. Eso creo que fue algo que se llevó en sus pendientes. En el cielo, de seguro sus números son diferentes. El béisbol hizo que me enamorara de los números y la película de Barbra Streisand y Jeff Bridges “El amor tiene dos caras” en el 97 reforzó mi enamoramiento con los números primos, los hermanos, los tíos y los nones en las parejas. Inventé mi propio juego adicional a los deportes y todo parte desde el año 80.

Todo lo de Fernando tenía que ver con fechas, números. Para iniciar su número 34 es parte de mi vida por muchos, muchos motivos. Fernando Valenzuela portaba el número 34, que acaba de ser retirado. Sólo los fans cómo yo soñamos con tener una camiseta con ese número para dormir viendo al cielo y saber que ahí también gana partidos como en el partido del 90 sin hit ni carreras.

Todo inicia en el cielo

“El Toro Valenzuela” tenía ángel, conectó con la gente aunque no hablaba inglés, vinculó con los que no les gustaba el béisbol, Nació la era de Fernando, así se nace con ángel y con ese sentido de “todo lo puedo” sin amilanarse por la sencillez del lugar donde se nace. Fernando creía en el cielo y en su don.

Cuando estaba en el montículo no era miedoso, ni tímido, era un súper héroe. Tímido, hizo click con la gente porque su corazón brillaba y justo hacía lo que le gustaba, seguía su sueño levantándose a practicar sin darse por vencido, esforzado, valiente. Dónde no había redes sociales, él fue una red social para los latinos. La ciudad de Los Ángeles habló español como nunca. Cambió el concepto para los mexicanos con la presencia de un mexicano; ¿saben?, algunos tienen además el don de reunir, juntar, amalgamar; Fernando era el mundo que cabía en una pelota y rodaba con entusiasmo y pasión por todos lados. Y así creció mi entusiasmo, no sólo por el béisbol sino por ser madre, por prepararme para ser mejor persona sabiendo que ese camino nunca termina y que hay días o años que son nublados, sin crecimiento, pero sabiendo que el no darse por vencido es parte del deporte de vivir.

Nos mostró el camino del éxito sin escribir mil libros de autoayuda. El éxito es seguir siendo los que somos desde la fanaticada. Su deseo de sacar adelante a su familia, la confianza en su capacidad, en su don especial no se movió nunca a pesar de los días nublados y de las traiciones. Su físico no era como las personas imaginan a un hombre de éxito, a un atleta, era, como su apodo lo decía, un toro; dentro de ese cuerpo fuerte había un corazón un guerrero dispuesto a decirle a LaSorda: no, aún no me voy a salir; para mí, el juego tiene 9 entradas y aún no se han completado. Los fanáticos no queríamos que saliera de los juegos, Fernando no se quería salir y LaSorda a veces era convencido por su lanzador y lo dejaba estar.

La poesía y el béisbol

Miraba al cielo para su tirabuzón y creo que para mirar a Dios porque sabía que Dios lo miraba siempre pero más cuando estaba en el montículo, creo que arriba había un ejército de ángeles y claro, Dios viendo el partido. Valenzuela era un poeta en el campo, parecía fácil lanzar, era un poema cada vez que él estaba en el montículo.

Valenzuela es el más grande pelotero mexicano, el único así: tranquilo, concentrado, leal. Por el 2017, junto a otras personas, compraron el equipo “Tigres de Quintana Roo” y aquí viene otra afinidad: eso está cerca de Playa del Carmen, lugar que he considerado mío porque rima con un nombre que me encanta.

El Mago Septién no sólo era cronista deportivo, con Fernando se convirtió en poeta y así gritó al micrófono: “Eres en el beisbol: oro, mezquita, basílica y cactus, suena esto a mariachi, a jarabe, a copal y a cera. Eres un jugador que tienes el pincel en la mano y la luz en el alma. ¡Nunca olvidaremos esto!”. Otra afinidad: deportes y poesía, es encantador tener tantas coincidencias.

Divergentes / convergentes

He leído en internet en un sitio web que: El pensamiento convergente se centra en encontrar una solución bien definida para un problema dado. El pensamiento divergente es lo opuesto al pensamiento convergente e implica más creatividad. Y me gusta cómo suena. Soy desde que nací un alma divergente/convergente no por rebeldía o moda, así nací y me fui cimentando en ello y Fernando, zurdo, con su Tirabuzón hacía olas en el campo con su lanzamiento prohibido, era un alma divergente, marcó diferencias en el mundo, pero era al mismo tiempo convergente porque resolvía, esto de “encontrar soluciones” es para mí un punto de partida de todos mis días, también miro al cielo para encontrar respuestas y el camino, soy una mujer de fe.

Valenzuela se integró a Naranjeros en la temporada 1997 y formó parte del equipo hasta la temporada 2002, en su paso como lanzador de la novena hermosillense fue parte importante del campeonato logrado por el equipo. Y siguen las coincidencias, uno de mis colores preferidos es el naranja y las naranjas son mi fruta por encima de todas.

El día de su muerte tiene también mucho que ver con el béisbol: un 23 de octubre, venció a NY Yankees lanzando las nueve entradas en casi 150 pitcheos para revivir a LA Dodgers en la Serie Mundial; esta vez el juego fue el último y no sé en realidad si ganó, porque soy una fiel creyente que al morir entramos a la vida espiritual, de lleno. Como ustedes saben soy una mujer de fe y creo lo que dice la Biblia que Dios tiene una casa para cada uno de nosotros, nuestro hogar; a Fernando le debe haber hecho un estadio de béisbol, la casa de los peloteros se llama ahora, allá arriba, sólo basta mirar hacia arriba y lo verás…

Fernando Valenzuela, el pitcher zurdo me enganchó al juego. Ahí nació el amor al diamante –como de costumbre soy rara me gusta más este diamante que los otros–. Nació la pasión a las noches con carreras y el Play Ball en la cabeza y ahora que Fernando se ha ido no sé dónde poner la pasión, aunque sé que no se irá, alguien importante en mi vida, que forma parte de ella, sin saberlo, se ido para siempre y se me van tantas personas, tantas cosas que soltar y agradecer es parte de mi día a día.

Mi bate

Un día mi esposo me preguntó:

-¿Falta algo? ¡Puedo pasar al supermercado!

-Sí, quiero que me compres un bat, pasa a la juguetería y tráeme un bat.

Le tuve que confesar con quiénes pasaba las tardes y que mi frase preferida era decir: ¡quiero un home run, ahora!

Desde entonces veo la temporada de béisbol y desde siempre la de futbol americano, el tenis… bueno casi todos los deportes; no es solo ver los partidos, no sólo es que el día de las finales es más importante que el día de la madre –hasta que un día me la hicieron pomada-, no sólo es que cuando miro a los árbitros o a los umpires “yo invento y digo en voz alta lo que dicen, aunque nunca coincide con lo que es la realidad”, no es solo gritar como frenética -mi vecina sabe de mis aficionas y soporta mis gritos-. Antes corría escaleras abajo y arriba con el bat gritando: “A lo profundo…. Noooo no no no no. Díganle que no a esa Pelota!”*

Ahora el bate se ha ido, un día contaré porque me fue confiscado.

Un día en la vida

“Hay tres cosas que puedes hacer en un juego de beisbol: puedes ganar, puedes perder o puedes ver llover”. Casey Stengel (ex jugador). Y debería extenderse: hay tres cosas que puede hacer un ser humano: ganar, perder o ver llover que en mi caso es como llorar.

Pero no, no es solo eso, es que hay que vivir cada día con valentía, aunque el fin este cerca, la vida es en sí misma una tarea, creer en los dones aunque otros no crean en nosotros, ser tímidos para algunas cosas pero entrarle a la vida con toda la valentía posible, aún con miedo levantarse y conquistar la tierra prometida al decirle sí a esa pelota. Hay que apreciar la verdad por encima de cualquier cosa. Hacer del talento una fantasía apasionante.

Tomo la vida como un juego serio de aprendizaje, entiendo que el partido de vivir termina cuando termina. Que la vida tiene home run y días ponchados, que hay un jardín de Dios y un jardinero llamado Dios. Unos días se hace una carrera completa y todo el estadio grita de júbilo, muchos donde la lluvia detiene el partido y no hay nada más que hacer, solo aguardar a que pase la tormenta. Y es algo más… vuelvo a respirar el mismo aroma del que era un bebé y ahora, gracias a Dios, es un hombre y sonrío. Vuelvo a ser joven/madre con la experiencia de una vieja/madre/abuela y se iluminan mis ojos. La pasión sigue ahí en cada día de la vida.

Fernando Valenzuela no está aquí; yo sigo aquí pero un día no estaré, pero el béisbol sigue y seguirá, empieza y termina cuando termina y siento que siempre es septiembre, que el otoño se ha instalado en mi vida y que el mundo está en orden, acompasado la vida y una dulzura me recorre la espalda, me vuelvo la diosa de la felicidad, la mujer más poderosa del mundo, la tímida que corre sin temor al ridículo queriendo una carrera y la mujer agradecimiento que sostiene un bate en la mano. Sí, soy hija de Dios con un bate en la mano derecha…

En mi imaginación el bat sigue ahí, junto a mi sillón favorito y sale en la temporada hambriento de carreras, de besos, de caricias, de tiempos pasados/presentes, hambriento de vida, de esta vida que transcurre mientras mi marido, el Toro Valenzuela y yo gritamos: Play Ball.

* Propietario de la frase, Ernesto Antonio Jerez Bueno, pueden verlo en: Noooo no no no no Díganle que no a esa Pelota!!!! https://www.youtube.com/watch?v=x93UcJDWkL8 – @EJerezESPN Ernesto Jerez cuando conectan un home-run – https://www.facebook.com/search/top/?q=ernesto%20jerez

Publicado en Crónica,Ylia Kazama

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